jueves, 10 de enero de 2019

LA ODISEA DE LA EXPEDICIÓN DE RUY LÓPEZ DE VILLALOBOS

La historia de los descubrimientos de esta gran nación está llena de episodios y gestas épicas que agrandan su historia, hoy voy a relatar la de Ruy López de Villalobos, navegante español que dio nombre a las  Islas Filipinas y del que conocemos su aventura y desventura gracias al cronista García de Escalante Albarado que navego en su expedición desde Nueva España hasta las islas que había más allá del poniente del Pacífico, tal como lo hizo otro navegante en el Atlántico antes que él, Cristóbal Colón, pero no con su ventura, el sentó las bases sobre la que poco después se establecería el comercio con Cipango y Catay como soñó el almirante.

La expedición se monta siguiendo instrucciones del Virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, se monta con seis barcos que saldrán del puerto de Natividad es el estado actual de Jalisco con dirección de poniente, navegando con los vientos Alisios, cuando llegaron a las islas Carolinas encontraron nativos que les saludaron en español y vieron una cruz, producto de las expediciones en tiempos del emperador Carlos, Lopez de Villalobos  en ese viaje dibujo cartas en las islas del Rey que correspondían correctamente con el archipíelago de Haway, dos siglos antes de que llegará James Cook.

La primera isla de las Filipinas a las que llegó fue la de Mindanao después llegaron a Luzón y Leyte, más tarde pasó a tierra continental y levantó el primer fuerte que tuvo que abandonar por las tríbus hostiles, la expedición se dirigió entonces a las Molucas donde fueron hechos presos por los portugueses pero él murió en Amboine, de malaria y hambriento, atendido por el jesuita San Francisco Javier en el viaje a Japón. El resto de los expedicionarios fueron apresados por los portugueses, regresando a España dos años después por la ruta portuguesa del cabo de Buena Esperanza.

España había fundado la Casa de Contratación de las Especies en la Coruña para el negocio de las Molucas que a la larga y tras el Tratado de Zaragoza fracasó, no obstante estas circunstancias no desmerecen aquellos hombres las difíciles circunstancias con que se encontraron y siempre con la imposibilidad de regresar por donde habían venido que en muchos casos quedaron condenados a  quedar en las islas de Oceanía, o regresar presos de los portugueses, en el mejor de los casos. Por ellos y sus memorables historias por defender con sus vidas España, por el sufrimiento que pasaron y por las enfermedades y el hambre que pasaron, lanzo el brindis de Diego Acuña, capitán de los tercios viejos en la obra de teatro "El Sol se ha puesto en Flandes" del autor Eduardo Marquina:

¡ Por España !
y el que quiera defenderla
honrado muera;
y el que traidor la abandone
no encuentre quien le perdone
ni en Tierra Santa cobijo,
ni una cruz sus despojos,
ni la mano de un buen hijo
para cerrarle los ojos.





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